Uno. Leopoldo Lugones tomó una lancha rumbo a un lugar de retiro en el Delta de Tigre. Los dueños de El Tropezón ni sospecharon que le estaban rentando uno de sus cuartos a un importante literato y político. Al día siguiente, el encargado entró en la habitación de Lugones y lo encontró muerto en la cama. La policía determinó que la causa de la muerte había sido ingesta voluntaria de güisqui con cianuro. Una nota sobre la mesa de noche ofrecía una excusa que por su trivialidad parecía absurda; la dificultad en finalizar la biografía de Roca. Mientras tanto, los periódicos de la época ensayaban otras teorías. Buscaban relacionar la decisión fatal con su derrotero político, tan marcado por la desilusión. Pero investigaciones posteriores por parte de biógrafos y expertos afirmaron que la causa real pudo haber sido el mal de amores. Esta hipótesis, que finalmente se convertiría en la más aceptada, decía que Lugones estaba enamorado de una muchacha mucho menor que él y que su hijo Polo lo amenazó duramente para terminar con el amorío.
Dos. Leopoldo “Polo” Lugones fue un hombre retorcido y cruel. Siempre lo había sido, desde muchacho, cuando violaba y degollaba gallinas (al mismo tiempo). Sus dudosas cualidades eran motivo de vergüenza y profundo temor para Lugones padre. Tanto que lo salvó de la cárcel cuando fue condenado por corrupción y violación de menores, implorando al presidente Yrigoyen para que lo indultara, solo para salvar el honor del apellido. Todas estas circunstancias pudieron haberlo llevado a convertirse en un perfecto asesino serial, y sin embargo lo condujeron a comisario inspector de policía durante la dictadura de Uriburu. Su misión era perseguir y acallar opositores, pero el prefería emplear todo su sadismo en la tortura sistemática. Así se convirtió en el instaurador de uno de los métodos de tortura más efectivos e infames de nuestra historia, la picana eléctrica. Al igual que su padre, también se suicidó. El por qué se desconoce.
Tres. Susana “Piri” Lugones usaba el humor negro para alivianar la carga que suponían los perversos antecedentes paternos. Tuvo que tocarle a ella, justo a ella que era peronista, montonera, amante de Walsh y amiga de Puig. Cuando se presentaba ante alguien no daba tregua ni dejaba lugar a dudas sobre su filiación: “Piri Lugones, nieta del poeta, hija del torturador”, decía. Poco después del suicidio de su hijo Alejandro (el tercero de la familia), Piri fue secuestrada por un grupo de tareas de la última dictadura de turno. No se sabe con exactitud, pero se cree que murió al año siguiente, a causa del daño que le provocaron los golpes y la picana. Esa que había creado su propio padre.